De la supuesta brutalidad de “los gallegos”, o de la pedantería y prepotencia atribuida a “los argentinos”, ¡para qué les cuento, si corre por el Internet la abundante producción de maestros especializados en el arte de hacernos reír a costillas suyas!
Así mismo, hay personas que sentencian muy convencidas: “!tenía que ser un negro!”; o ante una infracción del tránsito, por ejemplo !tenía que ser una mujer!”. Y qué decir de las crueles bromas y burlas a las personas discapacitadas o muy delgadas o muy gordas; a los homosexuales, o a los conductores de avanzada edad, a quienes les gritan en medio del transito: “maldito viejo”, “vieja del diablo”; como si los que así se comportan, fueran a optar por morirse jóvenes a los fines de evitar la llegada de la vejez.
Las cosas han cambiado mucho, y ha sido para mal. Antes, cuando se hablaba del narcotráfico, se pensaba casi con exclusividad en “los” colombianos; si el tema era la prostitución, mal paradas quedábamos “las” dominicanas; y en cuanto al machismo, parecía ser un invento propio y patentizado por “los” mexicanos. “Sabíamos” que la tenebrosa mafia era rusa, de Chicago y de Sicilia, y todo acerca de ella nos llegaba a través de los filmes del cine norteamericano. (Hoy tenemos mafiosos, sicarios y corruptos hasta en la sopa y los vemos en las calles y en la tele, sin tener que comprar taquillas para el cine).
Sabemos por las estadísticas y hasta por el sentido común, que estas consideraciones basadas en el gentilicio, son totalmente falsas, como casi todas las generalizaciones, pues el accionar delictivo y ciertas características de la personalidad, no se circunscriben a determinados países, ni abarcan a la totalidad de los ciudadanos.
Hemos visto cómo algunas expresiones de corte sexista, han ocasionado protestas de la comunidad gay, la que se ha sentido excluida y juzgada en repetidas ocasiones por algunos miembros del clero y de la alta jerarquía católica; así como en declaraciones recientes de la Primera Dama dominicana.
Se comete igualmente una injusticia cuando se culpan, alegremente, a todos los sacerdotes y/o pastores de las iglesias, católica y de otras denominaciones, de ser pederastas o de cometer otras aberraciones sexuales. En esa critica desmedida, como en todos los excesos al criticar a alguien, se nota más interés en dañar reputaciones que en corregir los entuertos denunciados. Esto se ve clarito tambien en la actual campaña electoral.
Se atenta contra la fama y el buen nombre de algunas personas, sean estos funcionarios públicos; congresistas; militantes de todos los partidos políticos; militares de cualquier rama; empresarios, profesionales, etc., cuando se les acusa a todos por igual, de las mismas fechorías que han contribuido a desacreditar a estos conglomerados sociales.
Particularmente, cuando escuchaba que ciertos políticos corruptos acusaban a “los periodistas” de ser unos asalariados chantajistas, (asalariados por ellos mismos), yo me erigía en abogada del diablo y les exigía, con un comentario al pie de sus trabajos, que si en verdad querían erradicar esa practica, publicaran la lista con los nombres de esos colegas, y de paso, les copiaba un verso de una redondilla de la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz:
“¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?”
Con el paso de los años, estas criticas indiscriminadas en contra del ejercicio periodístico, han crecido a la par que la corrupción; pero como se dice ahora, “me resbalan”. Y viendo el lado positivo, me están enseñado a no criticar por criticar; a ver primero la viga en mi ojo; a evitar cometer injusticia en el juicio; a calzarme las sandalias ajenas, tratando en lo posible de no juzgar a los demás tan a la ligera. Santa Teresa de Ávila decía que mediante la humildad se llegaba a la verdad: “el humilde ve las cosas como son, lo bueno como bueno, lo malo como malo”. Y ya lo dijo el apóstol: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con juicio justo” (Juan 7:24)
Sabemos que ante lo que acontece en nuestro país y en casi todo el mundo, no podemos permanecer callados ni indiferentes, pero leamos a Mateo: “Generación de víboras, ¿Cómo podéis hablar bien, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo del mal tesoro saca malas cosas. Más yo os digo, que toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio; porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. (Mateo 12:34-37)
Es cuestión de buscar cierto equilibrio; no es fácil, pero ahí vamos.
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