
Lo anterior me ha hecho reflexionar en torno a
las diversas formas en que se ha usado el legado de Duarte. Los unos los honran
con el recordatorio, y los sinvergüenzas lo deshonran con la práctica que
ejercen en su nombre. Unos y otros, al final de la jornada, terminan reduciendo
a la nada la gesta que eleva al Patricio. Los que decimos seguir la obra de
Duarte, somos incapaces de darle continuidad y llevarla al término por él
soñado. Los otros, los que no sirven, en nombre de esa continuidad, en la
práctica desandan los caminos de Duarte y nos llevan vertiginosamente a
enterrar sueños y esperanzas.
Los perdedores que hemos
sido siempre, desde el primer día como nación, nos quedamos elevando los
gritos, como perros que ladran a la luna. Los otros, los farsantes, los
traidores, no han perdido una sola batalla. Nosotro, los más (con honrosos
conatos de sublevación) no hemos sabido
ni tenido el coraje de abrazarnos y, porque no hemos sabido interpretar, como
dice Saint Exupery “Amar no es mirarse el
uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección”, o lo que es lo mismo, ser
solidario no es mirar todos en la misma dirección, sino, tomarnos de la mano y
marchar juntos hacia el objetivo. No hemos tenido coraje. Solo balbuceamos
palabras ribeteadas de patriotismo y honra al duartianismo. Lamentablemente por
falta de acción todo se convierte en sueños de pocas esperanzas. Es como
embarazados por ese sueño de esperanzas que muere dentro.
Arribando a esta parada que se hace necesaria para la reflexión,
me encuentro en la obra completa de Platón, con la su Apología de Sócrates, en la que éste entre otras, para su
defensa, señala lo siguiente: “Dice que soy culpable porque corrompo la
juventud; y yo, atenienses, digo que el culpable es Melito, en cuanto, burlándose
de las cosas serias, tiene la particular complacencia de arrastrar a otros ante
el tribunal, queriendo figurar que se desvela mucho por cosas por las que jamás
ha hecho ni el más pequeño sacrificio y voy a probároslo”.
“Ven acá, Melito, dime:
¿ha habido nada que te haya preocupado más que el hacer los jóvenes lo más
virtuosos posible?”
Melito:
“Nada, indudablemente”.
Sócrates:
“Pues bien; di a los
jueces cuál será el hombre que mejorará la condición de los jóvenes. Porque no
puede dudarse que tú lo sabes, puesto que tanto te preocupa esta idea. En
efecto, puesto que has encontrado al que los corrompe, y hasta le has
denunciado ante los jueces, es preciso que digas quién los hará mejores. Habla;
veamos quién es”.
“Lo ves ahora, Melito;
tú callas; estás perplejo, y no sabes qué responder. ¿Y no te parece esto
vergonzoso? ¿No es una prueba cierta de que jamás ha sido objeto de tu cuidado
la educación de la juventud? Pero, repito, excelente Melito, ¿quién es el que
puede hacer mejores a los jóvenes?”
Y yo pregunto: En
nuestro país, ¿se anima alguien a responder por Melito?
3 comentarios:
Un gobierno de políticos honestos donde la corrupción y el dolo no sean la marca y el signo, dedicados al bien común sobre el propio y dedicados a que el esté al servicio de todos.
Roberto voy muy de acuerdo con tu pregunta y creo que esa deberia ser la pregunta que se le haga a todos los aspirantes a la presidencia de la Republica Dominicana.Estoy seguro que reinara el silencio.
Las fechas patrias nuestras son como bulla de carreta vacía.
Publicar un comentario