Por Jorge Herrera
Como la guerra, la política es un arte; sólo que con características científicas específicas, también condicionadas por la capacidad creativa. Más que otras ciencias, la política se nutre de talento y disciplina. La astucia, aunque necesaria, al punto que se la considera consustancial, no es imprescindible, si se tiene la razón y se actúa con buena fe.
Insisto en que la segunda promesa del lema con que Danilo inició su campaña, es incumplible por el nudo gordiano que lo ata a las descaradas formas de corrupción que caracterizan los gobiernos de Leonel, sin que las denunciara nunca. Únicamente cuando le afectó directamente, casi lloroso, se atrevió a decir: “Me venció el Estado”.
Sin embargo, ahora que es beneficiario del mismo Estado se presta a la pretensión peledeísta de imponerle al país una dictadura constitucional, consciente de que siempre será segundón, por cuanto la pusilanimidad habría moldeado su carácter. Parece que Danilo es masoquista; el más reciente golpe se lo dieron con el timón del Metro…
En los “Diálogos Intec con los candidatos presidenciales 2012”, Danilo le hace un merecido reconocimiento al dicharachero tío Emesilio. En aquel escenario el candidato del PLD en vano afán de justificar la segunda y tercera proposiciones del lema, como dijera Balaguer, cierta vez: “se hizo pupú fuera del cajón”. (Sic)
Luego de reconocer que “continuar lo que está bien”, lo ponía en brazos del gobierno, continuó con un circunloquio aberrante que sólo detuvo el auditorio con un alud de incisivos cuestionamientos. Y… ¿cuál fue la salida de ese tunante? Exigir que le den el beneficio de la duda; que lo elijan y lo dejen gobernar. ¡Cuánta insolencia!
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