José Carlos García
Fajardo*
Leyes fiscales y de comercio
abusivas, evasión flagrante de impuestos, gobiernos corruptos… todos estos
elementos y muchos más conforman un sistema económico mundial injusto que
impide que las comunidades más vulnerables puedan llevar una vida digna y
asegurar el futuro de sus hijos.
La injusticia económica y fiscal
condena a millones de personas a la miseria, cuando no pone en riesgo la misma
supervivencia del individuo que la padece. Se calcula que la evasión fiscal
habrá provocado la muerte de 5,6 millones de niños en los países en desarrollo
entre 2000 y 2015. Son 1.000 niños al día.
Mil cuatrocientos millones de
personas viven en extrema pobreza y carecen de los recursos más básicos, como
agua limpia, comida, educación y servicios sanitarios.
Uno de los Objetivos de Desarrollo
del Milenio es reducir la pobreza a la mitad en 2015. Para llevar a cabo
este proyecto son necesarios 30 mil millones de euros, según la ONU. Sin
embargo, en InspirAction están convencidos de que ese dinero ya está
disponible, sólo que se encuentra en las manos equivocadas. Las grandes
multinacionales evaden al año 160.000 millones de dólares en impuestos que
dejan de pagar en los países donde operan, 4 veces más de lo que se necesitaría
para cumplir el primero de esos Objetivos.
Estos son algunos de los temas que
desarrollan en formato periodístico y al alcance de todos: ¿Qué es la evasión
fiscal? ¿Por qué es bueno pagar impuestos? La esclavitud económica. Cómo
expoliar a los países pobres. ¿Por qué es tan fácil engañar a los países
pobres? Bienvenido a los paraísos fiscales. Algunos ejemplos del expolio.
¿Quiénes son los responsables? ¿Qué podemos hacer, nosotros ciudadanos corrientes?
Les sugiero entrar en http://www.elcobradordelsur.com/informate.html y cooperar en la denuncia y en la
acción. Que no haya protesta sin propuesta alternativa, pues tenemos acceso a
los medios digitales de comunicación social. Ya no tenemos excusa para
no informarnos lo mejor posible, para tener un criterio con el que contrastar
las inmundicias de unos poderes despóticos y muchas veces criminales. Incurren
en criminalidad los responsables de la manipulación en el precio de las
cosas, los que defraudan a Hacienda y evaden capitales a paraísos
fiscales; los que se sirven de sus puestos administrativos o
políticos para obtener sinecuras y favores en perjuicio de terceros y del
erario público; los que falsean cuentas y documentos para operar en
negro, los que trafican con voluntades y alteran los primordiales derechos a
una sanidad pública y gratuita para todos, el acceso a una educación universal,
los que niegan el derecho de las personas ancianas, discapacitadas y
dependientes a los cuidados que necesitan. Los que practican la segregación
social con inmigrantes olvidando que nosotros, los europeos, fuimos emigrantes
durante siglos y que la famosa “revolución industrial” hubiera sido imposible
sin la mano de obra de sus aborígenes y de las riquezas expoliadas. Desde esos
nos devuelven la visita que les hicimos durante siglos para “civilizarlos,
cristianizarlos e introducirlos en nuestras redes de comercio”, como rezan los
acuerdos de la Conferencia de Berlín de 1884- 85, para el reparto de
África entre las potencias imperialistas Gran Bretaña, Francia, Alemania,
Bélgica y Portugal. Sin ningún
participante africano.
Somos responsables solidarios, y
esos pueblos tienen derecho a la reparación debida, al lucro cesante y al
reconocimiento de que no existe deuda exterior alguna porque ha sido cobrada
con creces. Nadie sabe de lo que es capaz hasta que se pone a hacerlo.
Así como somos y desde donde nos encontramos podemos y debemos participar. Que
a la compasión y a la indignación les acompañe el compromiso de implicarnos en
la acción política por una sociedad más justa y solidaria. Pasar la palabra,
esta es la consigna; participar en la acción social imprescindible para
derrocar estas oligarquías financieras, estos fanatismos ideológicos, el
impresionante poder de los bánksters organizados y diluidos como magma.
Somos necesarios porque cuando
padecen los más débiles, los inocentes, las personas corrientes, no
comprometernos no es ser neutrales sino tomar partido por el más fuerte y
codicioso.
Con
palabras de Albert Camus, tenemos que participar con decisión y tenacidad, para
que nuestros hijos y nietos no tengan que avergonzarse de nosotros
porque, habiendo podido tanto, nos atrevimos a tan poco.
*Profesor Emérito de la Universidad
Complutense de Madrid (UCM).