Por Rafael Calderón*
Así son las cosas en nuestro país: se
puso en marcha una extraordinaria investigación para identificar a la persona
depositaria de una pequeña funda de excrementos en el ascensor VIP de la Junta
Central Electoral (JCE). El frenesí de la pesquisa obliga a que uno piense que
la búsqueda es para trancarla, ¡qué paradoja!, y no para premiarla, como muy
bien se lo merece.
Mire, el ingenioso acto puede ser definido
por cualquiera que asuma el papel de mezquino como un simple voto de
reconocimiento, simbólicamente acorde con la tremenda embarrada (permítame el
eufemismo) que bajo el liderato firme de Roberto Rosario le dio la JCE a la
democracia durante todo el montaje hecho para otorgarle a Danilo Medina el
título de presidente de la República Dominicana.
Pero la realidad es que el asunto tiene
una trascendencia mucho mayor, porque el personaje anónimo logró abrir, justo a
tiempo, una válvula de escape para un pueblo burlado a punto de estallar de
ira. El desahogo que produjo la publicación del hallazgo de la fundita, desde
ya histórica, se pudo apreciar en los millares de comentarios y en la risa
colectiva que causó y que, sin duda, regocijó al gobierno porque le evitó
enviar a los acuartelados guardias y policías a dar funda por todo el país.
Todo el mundo, menos Roberto Rosario, gozó con la genialidad.
Digo, se entiende que Roberto Rosario no
se riera con el asunto, pues lo ensució de otra manera para siempre. Antes la
gente sólo hablaba de su habilidad para buscarse la funda de millones de pesos
que se ha buscado en la JCE y en la Lotería Nacional por su efectivo liderazgo
del grupo de sicarios que silenció la democracia. Ahora, dígame Usted, cómo
podrá alguien evitar pensar en la otra funda, la fundita de excrementos,
dondequiera que aparezca la figura del juez presidente de la Junta del embarre
electoral. Es imposible no pensarlo, como imposible es para Roberto y
cualquiera que use el ahora famoso ascensor no recordar la fundita cuando lo
haga.
Qué pena no conocer a la persona que con
un solo acto, silencioso y anónimo, pero con un simbolismo gigante,
incuestionable, inobjetable e inolvidable subió en el propio ascensor de
Roberto Rosario y compartes hasta una altura en el sentir del pueblo que los
jueces jamás alcanzarán, pues evitaron obrarse en el poder perverso que los
contrató con el encargo de matar la democracia.
Me hubiese gustado, después de felicitar
hoy a todas las madres, hablar con Usted acerca del paso de Miguel Vargas de
presidente del PRD a peón del PLD; de la nerviosa rapidez con que la prensa
está arriando a la gente para que se dedique a trabajar para cubrir los gastos
de la campaña de Danilo; del rápido recordatorio de Leonel a Danilo de que
tiene el título de presidente electo gracias a la$ obra$ de su gobierno o de
las expectativas de factoría que están lanzando en serie para tapar, como lo
hacen los gatos, el embarre electoral, pero me decidí por quitarme el sombrero
ante la anónima persona que se ensució sobre la JCE. Mis felicitaciones para él
o ella, pues logró que un momento de ira el país riera. Gracias
de mi parte, porque es cierto que la risa es remedio infalible para todos los
males, por terribles que sean.
Por hoy me voy, que Dios le llene de
bendiciones, y se apiade de la República Dominicana.
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*Es un periodista dominicano
residente en Nueva York
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