domingo, 11 de septiembre de 2011

El melodrama del Palacio y el consulado de Boston

Lo del designado nuevo cónsul dominicano en Boston, Miguel Ángel Andújar, es todo un melodrama montado desde el Palacio Nacional, manejado por un titiritero que usa como marionetas al secretario de Relaciones Exteriores y a Domínico Cabral, a quien --se supone--, debería llamársele hoy ex cónsul.
Resulta –hasta prueba en contrario—que después de hacerse público el decreto 495-11, del 22 de agosto, por alguna “razón” inducida, se determinó que Andújar no debería estar en esas funciones. Entonces se puso en marcha el perverso histrionismo que estamos presenciando, aún a costa de que alguien –pena que sea el presidente Fernández—hiciera de ridículo.
En el caso de Andújar ha salido a relucir el nauseabundo ¡ves y dile! tan recurrente él en las altas instancias del gobierno para evitar dar la cara. Se ha usado una escala que se desplaza por una cadena de eslabones que comienza en el Palacio Nacional, hace una escala técnica en la secretaría de Relaciones Exteriores y llega hasta el hotel Park Plaza de Boston, donde tiene su sede el Consulado Dominicano.
El manejo inescrupuloso de la Convención de Viena, donde se establecieron los acuerdos consulares entre los países signatarios, queda en evidencia cuando se lee el artículo 13, de ese tratado. Salta a la vista que aquí hay toda una componenda que tiene como único objetivo impedir que Andújar asuma las funciones de cónsul.
Quede claro, que a todo esto, Domínico Cabral no es malo. Es simplemente un peón que están usando al precio de aparecer como un insubordinado, como el bastardo, como el bandido de la película. Sin embargo, se ha perdido de vista que de carambola el presidente Fernández juega el papel de falto de carácter, de autoridad, y, por ende, un mandatario sin material colgante para ejercer como jefe de Estado. De hecho a Leonel Fernández no es mucho lo que en ese sentido se le puede pedir. Ya ha dado muestras de sobra de que es presa de un terrible “miedo” a la hora de asumir responsabilidades.
Como diría cualquier bisoño de las ciencias jurídicas: “a confesión de parte, relevo de pruebas”. Ya Fernández ha confesado sus “miedos” en varias ocasiones, en las que ha sido preciso actuar con valentía, coraje y determinación. En una ocasión habló de “pagar para no matar”, lo que entonces involucró –mal contabilizados—mil 400 millones de pesos dominicanos y lo más reciente cuando admitió ante en la embajada de Estados Unidos en el país que no actuó –ni actuará, digo yo—contra los militares corruptos por temor a un golpe de Estado. Claro, por lo menos en este último caso se trataba únicamente de una evasiva para no verse precisado a hacer lo propio con sus funcionarios corruptos, los que, por dónde quiera que se les mire, son sus aliados, compañeros de partido y socios en todas las perversidades que esa conducta implica y que hemos debido presenciar en los casi doce años que han gobernado.
Lo que al parecer no se ha tomado en cuenta en la simulación montada en el caso Andújar, es que la misma puede tener dolorosas manifestaciones en la candidatura presidencial de Danilo Medina, sino es que está hecho deliberadamente para que tenga ese desenlace.
Excepto que Danilo se haya hecho cómplice de esto –Andújar es uno de los suyos--, se espera que alguna reacción debe provocarle.
El silencio de Danilo Medina, en torno al caso del consulado de Boston, se interpretaría como una complicidad con una acción que puede abrir fisuras que comiencen a descalabrar la simulada “luna de miel” entre él y el Palacio Nacional.
Lo que estamos diciendo es tiempo de que alguien --con la suficiente autoridad en el caso, que no es otro que el presidente Leonel Fernández--, diga algo.
De otra manera todo quedaría confirmado de que el golpe de Boston está dirigido contra Danilo; es la obra de islas de poder que parecen estar por encima de Leonel Fernández.
En una situación como esa, nadie se sorprenda cuando además del famoso “palo enceba’o”, salgan a relucir lacerantes expresiones, como aquella de “El poder me venció”, lo que probablemente obligará entonces a escuchar de nuevo a Rubby Pérez con el famoso merengue: “Quien da Pan a perro ajeno, pierde el pan y también el perro”.-
Roberto Rodríguez

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