viernes, 14 de octubre de 2011

El colapso de los Medias Rojas tiene muchas caras

Redacción
Desbrozando el camino 

El sangrado que produjo el histórico colapso del equipo de los Medias Rojas de Boston, cada vez muestra que es el resultado de un calado cuya profundidad se desconocía.

Apenas se sabía de la existencia de una notable falta de empatía y química internas, y que incluso que el año pasado se dispuso –para complacer a Josh Beckett-- la salida del receptor venezolano Víctor Martínez, aderezada con las quejas imprudentes en público de David Ortiz porque no le cuadraba que lo bajaran en el turno al bate en medio de una debacle personal que reclamaba a gritos medidas correctivas.

Ahora resulta que todo eso no era más que las clásicas “pajitas que le caen a la leche”, y que la gravedad del conjunto era de cirugía mayor, en la que Terry –Tito—Francona no hizo ni de cirujano ni de anestesiólogo, simplemente de espectador, más preocupado por asuntos familiares y de salud que en el timón de la embarcación que terminó encallada.

Fruto de todo esto, el caos se apoderó del equipo desde 2010, cuando se iniciaron las farras dentro de la casa club (clubhouse) del conjunto, en el que –con la indiferencia de Francona—participaban incluso los lanzadores estrellas que ya en la recta final de la jornada de este año tenían la responsabilidad de garantizar por lo menos el arribo del equipo a la postemporada.

Es así como el simple fanático intuía que algo andaba mal en la química de los peloteros de los Medias Rojas, donde brotaban quejas a todos los niveles y tamaños, las que ni siquiera una cena en el yate de Henry, el propietario del equipo, funcionó. A pesar de que la intención de ese paseo por la bahía de Massachusetts era provocar la armonía entre los miembros del equipo.

En el caso de las estrellas del montículo, más que considerar las urgencias del trabajo para el que fueron contratados, optaron por las bebidas y las comidas chatarras, y los juegos video dentro de la casa-club, ignorando olímpicamente que afuera sus compañeros estaban dejando el pellejo en el terreno de juegos para rescatar al equipo de la hecatombe.

En un trabajo de investigación aparecido a principio de semana en el periódico The Boston Globe, se señala que más que hacer conciencia sobre lo que estaba sucediendo, los lanzadores Beckett, Lester, Lackey, y otros, dieron la indiferencia por respuesta y convirtieron en hábito beber cerveza, comer comida rápida de pollo frito, y los juegos de video en la casa club durante los partidos.

Aunque la historia de la pérdida de Boston del mes de septiembre se pretende atribuir como una responsabilidad de los tres abridores principales, lo cierto es que en el fracaso épico de 2011 “hay muchas caras”, señala el rotativo.

Y a seguidas refiere: un gerente que abandonaba el campo de batallas para hacer frente a cuestiones personales, la mediocridad y egoísmo de muchos de sus jugadores estrellas, desacertadas decisiones en el mando superior, los gastos en agentes libres que no estuvieron a la altura de la inversión y la falta de visión de la gerencia para establecer que ese conjunto de situaciones estaba poniendo en juego la inversión total de 161 millones de dólares de los Medias Rojas.

Y la interrogante que salta a la vista es: ¿cómo un equipo que a finales de agosto estaba en camino para ganar 100 juegos y luchar por su tercer título de la Serie Mundial en siete años, súbitamente se autodestruye?

Desde el punto de vista de los entendidos, ello sólo pudo ser posible por toda una historia de desunión y deslealtades.

De acuerdo con muchos testimonios de algunos peloteros que prefirieron no se les citara por sus nombres, en todo esto hay una gran responsabilidad en el dirigente Francona, quien habría perdido su capacidad de prevenir algunas de las conductas individuales que contribuyeron al colapso.

Eso incluso habría sido reconocido por el propio Francona, en cuanto a que perdió su influencia en algunos de los líderes del conjunto que por su tiempo allí podrían haber ayudado a devolver la disciplina interna. Sin embargo, la conclusión en ese sentido es que el dirigente se distrajo con algunas dificultades matrimoniales que estallaron cuando aún no había comenzado la temporada 2011 y que terminaron llevándolo a abandonar su hogar en Brookline e instalarse en un hotel de Boston, la presencia de dos hijos en la guerra de Afganistán. 

Incluso, otras fuentes del equipo –de acuerdo con el Globe—consideran que el rendimiento de Francona pudo ser afectado por el uso de medicamentos para el dolor de las rodillas que a menudo a padecido, algo que el despedido manager ha negado.

Los medicamentos son usados por Francona para combatir el dolor que le dejó la cirugía realizada en octubre pasado y que incluso obligó a drenarle sangre por lo menos cinco veces durante la temporada.

Estas y otras situaciones que se manifestaron a todos los niveles a lo interno del equipo, terminaron generando la peor afrenta que recuerde la historia de los Medias Rojas y que ahora ha comenzado a enseñar los daños colaterales, poniendo a rodar cabezas como la de su manager general, Theo Epstein y su técnico de campo, Terry Francona. Claro, nadie puede estar seguro de que esas sean ás únicas cabezas que se lleve consigo la histórica crisis de los Medias Rojas.

Ahora toca a los nuevos ejecutivos que asuman la dirección del equipo, bregar, no sólo con el caos interno de los Medias Rojas, sino trabajar en una efectiva campaña de recuperación de la imagen y devolver la confianza a los miles de fanáticos que quedaron definitivamente decepcionados y defraudados con el colapso de septiembre.




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