jueves, 10 de noviembre de 2011

Honrando y educando en valores

Elsa Peña Nadal*
Recientemente  en la ciudad de Santiago de los Caballeros, tuve  una experiencia enriquecedora que me demostró que no todo está perdido en nuestro país; que trabajando honradamente se pueden lograr los sueños; que la educación sigue siendo la mejor herramienta para sacar adelante a nuestra juventud y  lograr una mejor nación. También reafirmé que  la lucha y el sacrificio de tantos hombres y mujeres dominicanos no han sido en vano ni caerán en el olvido. (Todo esto, pese a las desastrosas administraciones gubernamentales donde los funcionarios han hecho maestrías en  malas artes,  y  también a contracorriente  del “amemamiento” social en que nos encontramos sumidos.)
“Los países  se hacen ricos y se institucionalizan cuando su gente se involucra en los asuntos públicos, cuando ponen el trabajo como uno de los fines de sus vidas y cuando rinden tributo a la familia y a un conjunto de valores que son necesarios para la vida armoniosa en sociedad.  Y esa cultura se enseña en la casa, en la escuela, en la comunidad, en las fuerzas armadas, en el servicio voluntario y en las iglesias”, dice un editorial de Diario Libre que acabo de leer.
Ciertamente, “construir  un país es una obra de bien”, y a eso ha apostado con éxito el licenciado Narciso Eusebio González Batista con su tesonera labor de equipo en el Colegio Padre Emiliano Tardif , donde el primer ejemplo a seguir es su vida misma, sus logros personales y los de su digna familia, profesionales todos que le acompañan en la hermosa labor de ofrecer a Santiago, al Cibao y a todo el país, una educación humanista al servicio de la vida  basada en la creatividad, el pluralismo y la solidaridad, donde la excelencia académica va de la mano con la responsabilidad social.
Pecaría de irresponsable  superficialidad si pretendiera en esta entrega definir con exactitud la importantísima labor que en esta academia se está llevando a cabo desde hace poco mas de   diez años y  que, abriendo surcos va dejando sus huellas en nuestra juventud; una labor que fuera de Santiago quizás muchos desconocen pues mas allá de su impresionante planta física, de la organización y la disciplina  que se aprecian a simple vista, en este Colegio hay un trabajo silente, humilde, paciente y minucioso pero sumamente  fructífero, como el que realizan las abejas y las hormigas.
Visitar el Colegio Padre Emiliano Tardif, en Santiago, bien  podría ser una parada obligada en la ruta por el Cibao, pues es como visitar un museo cultural y patriótico donde Narciso González—también a mi me impactó su nombre—ha puesto sumo cuidado no sólo en la elección del  nombre del colegio sino también en el nombre de los  edificios, de los murales, salones, aulas y otras dependencias, como las deportivas, laboratorios, biblioteca, cafetería, economato, aula virtual, enfermería y botica escolar, salón de arte, la cancha, el parque infantil y hasta  la sala de espera,  pues como bien dice este singular y entusiasta educador, citando a Alejo Carpentier: “Nominar es crear: los nombres de las cosas son las cosas mismas”.
Las paredes del colegio son murales y galerías para educar, y a la vez, honrar epopeyas, a  héroes y heroínas,  y  en ellas  se pueden admirar los nombres y/o las pinturas con los rostros de los presidentes dominicanos, desde Tomás Bobadilla hasta la fecha; de la evolución del Escudo Nacional, 22 diseños desde  el 1844 hasta nuestros días; de grandes maestras y maestros dominicanos  y latinoamericanos; de los hombres y mujeres que se destacaron en Febrero del 1844; de los Restauradores de la República; de los héroes del 1916 contra la intervención norteamericana; de la resistencia antitrujillista, desde  1930 hasta el 1961, y de  los ajusticiadores de Trujillo; así como de los que se destacaron en la Guerra de Abril del 65 y de   los mártires de la resistencia antibalaguerista.
 También en los murales están las primacías nacionales;  nuestros caciques indígenas;  las primeras mujeres en destacarse en alguna actividad académica, científica, artística o en la lucha por su tierra;  los más destacados lideres mundiales por los derechos humanos y la paz; los científicos, religiosos, filósofos y  humanistas, investigadores e inventores que ha tenido la humanidad; entre otros que se me escapan.
Narciso González posee una vasta cultura pues es un adicto a la lectura y tiene en su haber una Maestría en Educación Superior; tres licenciaturas Magna Cum Laude: en Educación, Mención Letras Modernas, en Comunicación Social y en Derecho; así como un Diplomado en Legislación de Tierras; además de un largo historial en educación continuada,  en experiencia docente  y gremial; es autor del libro “El aroma de la Resina” y ha sido prologuista de decenas de obras de reconocidos escritores. Su paso por las universidades  PUCMM, UASD, UTESA  y la UAPA y una educación familiar en valores, dieron como resultado a la persona que es el director propietario de una academia educativa que puede ser ejemplo a seguir en toda nuestra geografía nacional.
Pero como no hay grandeza donde no hay  humildad, esta labor docente y formativa de una nueva generación de dominicanas y dominicanos, en la cual está involucrada toda una familia de profesionales, no es todo lo bien conocida que debería ser pues no se busca con ella reconocimiento personal, nominaciones, ni publicidad, ni posicionamiento social (en una sociedad donde todo esto se compra y se vende). Por eso, cuando hace dos meses recibí la llamada telefónica del director del Colegio y me dijo su nombre, lo primero que pensé fue que me estaban tomando el pelo; también me confundió que un colegio con el nombre de un sacerdote católico carismático fuese a develizar un mural con las fotos de unos cuarenta periodistas mártires, caídos en el ejercicio de su deber, desde el trujillato hasta la fecha.
El inmenso e inmerecido honor de develizar ese mural  caía sobre mi persona  pero me esperaban muchas otras sorpresas. Un acto rigurosamente planeado donde no quedó un cabo suelto: desfilamos desde el edificio de la administración, seguidos de la banda y el batón ballet del colegio, hasta llegar a un salón de actos, grande, amplio, plagado de simbología, donde están descritos sobre una columna que baja desde la tercera planta del edificio, la Misión, Visión y los Valores y/o Virtudes que potencian en el alumnado. Nos esperaba de pies y aplaudiendo, un alumnado alegre, involucrado y consciente. Subimos a la tarima y allí, en medio de mi silla y la del director, había otra vacía que tenía, pegada a su respaldo, una foto de Héctor Homero Hernández,  debajo de la cual se leía: Homenaje, Honor y Hombría.
A los que me conocen no les extrañará saber  que me embargó una fuerte emoción mientras escuchaba los himnos nacionales  y de la revolución de Abril, así como esas magnificas letras del himno del Colegio Padre Emiliano Tardif, frente a  tantos jóvenes estudiantes que colmaron el salón y los balcones de las tres plantas que lo circundan. Luego escuchamos canciones y poesías alegóricas a las luchas patrias, así como la lectura de mi biografía y del significado de mi nombre y del de Homero. El licenciado González agotó un turno que más que un discurso improvisado, fue una cátedra magistral sobre educación en valores y patriotismo; sobre humildad y esfuerzo; sobre el ejercicio honesto de la profesión del periodista; acerca de la lucha y el sacrificio de HHH y de sus compañeros; de la alegría, el entusiasmo y el sacrificio que implica  luchar por construir una Patria digna y una mejor nación. Y citó la famosa frase de  Julius Fucik,  periodista, combatiente y mártir checoslovaco: “Por la alegría he vivido, por la alegría he ido al combate y por la alegría muero; que la tristeza jamás  sea unida a mi nombre”.
Fui a honrar sin saber que saldría  honrada. El colegio me entregó una placa que dice: “Por ser una genuina promotora de la lucha popular y excelente difusora de los afanes libertarios de la mujer dominicana a través de la historia; con ocasión de develizarse el mural “Mártires de la Libertad de Prensa de la República Dominicana”; la placa tiene las fotos de Amín, Homero y Amaury (“Los tres grandes”, como los define Narciso). También recibí la Medalla al Mérito Femenino Hermanas Mirabal , “por ser heredera y continuadora del imperecedero legado de las eternas mariposas de Salcedo, en su vuelo indetenible por la libertad y redención de nuestro pueblo”. Luego procedimos a develizar el mural dedicado a los periodistas mártires e hicimos un recorrido por todo el colegio.
En mis palabras de agradecimiento dije entre cosas que :”De todos los actos a los que he asistido donde se ha honrado la memoria de  Homero Hernández  y a los periodistas dominicanos, éste  es para mí el mas significativo, pues ha sido realizado en un centro educativo sui géneris, con la participación directa  de una juventud que esta siendo educada en valores morales y con espíritu crítico, en la que ponemos todas nuestras  esperanzas para contribuir a dotar a la sociedad de profesionales probos y capacitados y lograr así la meta y el ideal de construir una Patria libre, Próspera y Feliz. Les prometo con toda humildad que seré merecedora, hasta el final de mis días, de todo el cariño y el respeto que ustedes me han demostrado hoy con este invaluable reconocimiento. Gracias del alma, en nombre de los familiares de todas las personas cuyas memorias han sido honradas y perpetuadas en este día”.
Dejo constancia escrita de esta actividad realizada el  miércoles 26 de Octubre, con el único objetivo de destacar la valiosa labor educativa del Colegio Padre Emiliano Tardif, donde,  con anterioridad, también han sido igualmente honrados numerosos dominicanos y dominicanas, muy queridos y respetados por mi.




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