martes, 10 de enero de 2012

Ellos, los muchachos…

Elsa Pena Nadal*

A muy temprana edad todos, y algunos siendo aún casi niños, dejaron atrás la comodidad de sus hogares y de su vida de pequeños burgueses,  la que les garantizaba entre muchas otras cosas, poder cursar sus estudios universitarios y adquirir una profesión y/o heredar el negocio de sus padres; casarse y formar una familia, criar a sus hijos y consentir a sus nietos; viajar dentro y fuera del país;  en fin, vivir como cualquier ciudadano común que puede circular por donde le plazca durante el día o de noche; sin ocultar su nombre ni su identidad. 
Ellos, los muchachos, no podían hacer una vida ni medianamente normal. Es mas, apenas se alimentaban lo necesario porque vivían en un solo sobresalto: cambiando de vivienda y de identidad; “durmiendo  con un ojo abierto y otro cerrado” y con el dedo tocando al gatillo. Hacerse un chequeo medico o dental y hasta comprarse un par de zapatos en una tienda, era toda una odisea. 
La mayor parte del tiempo todos estos jóvenes revolucionarios, hombres y mujeres casi por igual, la pasaban separados de su familia,  sin ver crecer a sus hijos y en algunos casos, sin poder asistir al velatorio de alguno de sus progenitores, o de algún compañero asesinado, en cuyo entierro ocurrían nuevas muertes a manos de la policía, pues la población indignada, hacía de aquellos entierros, verdaderas manifestaciones de protesta contra el régimen balaguerista. 
Ellos y ellas, habían renunciado a todas las comodidades y a todas sus posibilidades, optando por el logro de un objetivo común: la toma del poder político para instaurar un régimen de justicia social en beneficio de la mayoría del pueblo dominicano; la cual,-- al igual que hoy--, vivía en condiciones de miseria, abandono y olvido por parte de los gobiernos de facto de Joaquín Balaguer. 
Ellos, los muchachos, no  procuraron ni se interesaron en engancharse a los partidos políticos tradicionales para convertirse en presidentes, diputados o senadores o en funcionarios gubernamentales; ni participaban en elecciones ni ponían a sus partidos de izquierda al servicio de los partidos tradicionales, como se estila en la actualidad.  
Estos compañeros  no buscaban fortuna personal ni reconocimiento individual ni ascenso social;  aunque poseían las capacidades, las potencialidades y las posibilidades para hacer realidad dichas aspiraciones. Y recibieron ofertas para tales fines. Pero no pensaban en ellos mismos, pensaban en la colectividad, en el bien común. No había precio posible que les pagara la deserción de las filas de la revolución. 
Ellos, los muchachos, atesoraron sus ideales, y cual semillas de libertad las cuidaron con dedicación y esmero y las regaron con sacrificio, sudor y lágrimas y al final hasta con su propia sangre, tal como regó Dios  nuestra redención, y como tantos  otros que antes y después de ellos, desde la época de la colonia hasta nuestros días, han dado su vida y su sangre en beneficio de los demás. Era un trabajo de esfuerzo perseverante, a tiempo completo, sin remuneración ni vacaciones; un ejercicio de fe y esperanza con la mira puesta en una Patria libre, soberana, independiente, prospera y feliz. 
 “Los muchachos” son Amaury German Aristy, Ulises Cerón Polanco, Virgilio Perdomo Pérez y Bienvenido Leal Prandy, (La Chuta), caídos un 12 de enero, hace ya 40 años en un combate desigual que los cubrió  de gloria y ridiculizo a sus oponentes, quienes  descargaron en sus cuerpos, ya exánimes,  toda su saña  y  cobardía. 
Y es que la del 12 de Enero fue la madre de las batallas, por el valor demostrado por esos  cuatro compañeros--que ya se habían enfrentado en abril a las fuerzas invasoras norteamericanas -- y que en esta ocasión  se batían contra una fuerza descomunal,  desproporcionada hasta el ridículo; aunque eso si, comandada por una batería de generales, coroneles y mandos medios que asistían expectantes y cautelosos,  a la que estaba llamada a ser la primera y mas importante guerra que habrían de ganar en toda su carrera militar; toda vez que la guerra de Abril la perdieron vergonzosamente, de un pueblo casi desarmado y de un puñado de valientes y patriotas militares. Todos sabemos que estaban derrotados cuando pidieron el apoyo de los marines norteamericanos y de la OEA, apostados  bien cerquita de nuestras aguas territoriales. 
Estos muchachos dieron la batalla final aquel 12 de enero de 1972 y lo hicieron tras recoger las  banderas y los fusiles de esos otros muchachos, sus ex compañeros de la izquierda revolucionaria, tambien caídos a destiempo: Amin, Otto, Homero, El Moreno, Orlando Mazara, Luis De Pena, Henry Segarra, Guido Gil, Ramón Emilio Mejia (Pichirilo), Roberto Solano, Guillermo Rubirosa,  Flavio Suero, Rafael Guillen, Oscar Santana,  y  tantos otros, civiles y militares. 
Después de Amaury y sus compañeros caerían otros, no tan “muchachos” pero igual de valerosos: Francisco Alberto Caamaño Deñó y sus compañeros  Heberto Lalane José,  Alfredo Pérez Vargas, Ramón Euclides Holguín Marte y Juan Ramón Payero Ulloa; además,  Gregorio García Castro, Orlando Martínez y Narciso González. 
El doctor Joaquín Balaguer,-- declarado anteriormente Padre de la democracia por el gobierno del PRD—mas adelante y muy quebrantado de salud, y por su encono en contra del doctor José Francisco Peña Gómez y de Álvarez Bogart, regalaría en bandeja de plata el poder al Partido de la Liberación Dominicana.  
El PLD, una vez en el poder, trataría entonces de, primero, “reivindicar” a Balaguer, su aliado reformista,  pasando después a tasar a sus dirigentes como cabezas de ganado, comprándolos y mimetizándolos dentro  de la administración publica,  aniquilando así al PRSC, que ya dejo de ser la tercera fuerza política  de esta democracia clientelista y nada representativa que nos gastamos. 
Y es así como, un buen grupo de funcionarios del PLD y del gobierno peledeista,--con honrosas excepciones--pasa a superar con creces a los reformistas, en el latrocinio, corrupción y enriquecimiento ilícito; gobernando de espaldas a los intereses ciudadanos; endeudando al país de una forma escandalosa; desencadenando una miseria y una descomposición social y moral nunca antes vista en este país, con una gran perdida de valores;  falta de institucionalidad donde impera la ley del “sálvese quien pueda”; llenando a buena parte de la población de frustración y desesperanza, y llevando al país a ocupar los mas bajos índices  en todos los indicadores del desarrollo social latinoamericano.
Ahora, durante estos doce años morados, los muertos no han salido de las filas de la oposición política. Estos caen  por centenares en “intercambios de disparos” a manos de la policía en nuestros barrios miseriosos y de las bandas de narcotraficantes y de sus sicarios; del femicidio, agravado en parte por la crisis económica en los hogares; de los abortados viajes ilegales en yola; de la carencia de salud publica  y del hambre y la secuela de enfermedades que esta acarrea.  
Y como si todo esto fuera poco, vemos en esta campaña electoral a perredeístas y peledeístas, engullir apurados, las últimas  migajas sueltas del reformismo. Y paralelamente, al partido en el poder continuando en su callada labor de implementar todas las truquimañerias de los fraudes electorales aprendidas del reformismo, con miras a perpetuarse en el poder e “institucionalizar” otra dictadura para de esta manera continuar sirviéndose del pueblo con la cuchara del partido.  
Aún así, cuarenta años después y ante este 12 de enero, mantengo la certeza de que ni una sola gota de la sangre de esos muchachos ha sido derramada en vano; que ningún sacrificio suyo y de sus familiares fue inútil,  pues quedan en nuestro país y residiendo en el exterior,  muchos dominicanos y dominicanas de valía, llenos de esperanza y de nobles ideales, los que, como guardianes de la memoria  histórica y soldados de la vergüenza,  harán germinar las semillas por ellos sembradas y cuidaran de sus brotes.  
Finalmente, me despido recreando aquel grito de los muchachos, cargado de inocencia y de sueños, de temeridad y valentía, de ideales y esperanza: ¡Hasta la Victoria siempre, compañeros! ¡Patria o muerte, Venceremos!
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*elsapenanadal@hotmail.com

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"Un ejército de ciervos dirigido por un leon es mucho mas temible que un ejército de leones mandado por un ciervo". Plutarco