Por Rafael Calderón*
Por estos predios neoyorkinos ya hay personas erizadas porque les huele muy mal lo que entienden que se cocina en la Junta Central Electoral (JCE) con eso de llamar desde la República Dominicana a personas que se empadronaron para votar aquí.Las llamadas no tendrían nada de sospechosas si desde la JCE no se interesaran en conocer -que es lo que persiguen con las preguntas que hacen- cuál de los partidos motivó al ciudadano inscripto a tomar la decisión de registrarse para votar el 20 de mayo.
Tampoco tendrían nada de sospechosas las llamadas si al frente de la JCE estuviera un presidente electo por su probidad como juez y no el doctor Roberto Rosario, quien preside el organismo por los méritos alcanzados en las filas del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y por ser un hombre al que no se le aprieta el pecho, como lo demostró cuando entró en conflicto ético y violatorio de las leyes, consiguiendo contratos en instituciones estatales para su bufete de abogado al mismo tiempo que ejercía su antiguas funciones administrativas en el tribunal electoral.
No serían sospechosas las llamadas si el manejo del centro de cómputos de la JCE no estuviera a cargo de un hombre de quien se sabe que responde a los intereses del PLD y que lo hizo todo para provocar quedarse sólo al frente del mismo.
Como puede verse, razones les sobran a quienes desde ya empiezan a temer que las indagaciones de la JCE tienen que ver con algún plan siniestro, como lo sería, por ejemplo, que a potenciales votantes identificados como opositores mediantes las llamadas les disloquen los lugares de votación. Es decir, que a residentes del Bronx lo sitúen “por fallas técnicas” -es lo que alegarán después del palo dado- en una mesa en Long Island o que a residentes de Manhattan lo envíen a votar en Brooklyn.Tras la barbarie cometida durante estos períodos consecutivos de gobierno, de la gente del PLD no se puede dudar nada. Ellos saben, perfectamente, que la diáspora tiene la capacidad para decidir las elecciones y que su voto, en mayoría, va a ser de conciencia, porque no es posible comprar a quienes vivimos en el exterior vendiéndonos baratos platos de comida mal hecha, como dijo el presidente Leonel Fernández que haría su gobierno para favorecer la candidatura de Danilo Medina.
A propósito de Medina, ahora admite que los más de 300 mil dominicanos registrados para votar en el exterior pueden decidir las elecciones. Danilo habló del tema en un encuentro con la prensa, durante el cual intentó restar mérito a la labor hecha por el ingeniero Hipólito Mejía en Europa, donde hace unos meses permaneció más de dos semanas motivando a los dominicanos a inscribirse para votar.Debo agregar que me resultó gracioso el desvarío de Danilo al decir que "me voy de España con una inyección de energía y con ella seguiré trabajando desde la República Dominicana”, pues con esa declaración dejó la impresión de que cuando salió del país se sentía hecho tira y recomendado para hilacha. Y, mire, razones le sobraban para sentirse así. Pero, la verdad sea dicha, a Danilo parece que le dieron una buena terapia en la Madre Patria, porque vi una foto en la que aparece sonriente y con los ojos más animados.
Bueno, me entretuve con Danilo, y el tema de esta columna es la náusea que les ha causado el interrogatorio de la JCE a potenciales votantes que han interpretado que algo que no huele bien se cocina en ese organismo que puede ser cualquier cosa, menos un tribunal imparcial. Por hoy, me voy.
Que Dios le llene de bendiciones, y se apiade de la República Dominicana.
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*Es un periodista dominicano residente en Nueva York.-
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