miércoles, 29 de febrero de 2012

¡Escriba de esto, por favor!

Elsa Peña Nadal*


Después que mis hijos abandonaron el nido, siempre viajo por navidad a reencontrarme con ellos. Comienzo a prepararme, haciendo una lista de todo lo que debo hacer durante los días anteriores al viaje, y voy tachando hasta llegar al recordatorio final: cerrarle el paso al gas y al agua; pasaporte y boleto aéreo. De Gabriel García Márquez aprendí: “el que tenga mala memoria que se haga una de papel”. 

Y no es que sea tan mala mi memoria; es que son muchos los detalles y tanta la emoción,  que este recurso me asegura no dejar nada al azar. En los encargos están canela, vainilla y ron; dulces específicos para cada hijo;  las tostadas para hacerles el postre frío, y tambien los cariñitos para la nieta y  dos de sus amiguitas.  

La lista se achicó después de las restricciones por seguridad, posteriores al 9/11, pues como buena dominicana, mi hija me encargaba una Mousse de chocolate “pero que sea de La Españolísima”; adónde yo debía ir, primero a llevar el envase y luego a retirarlo, de camino al aeropuerto. ¡Cosas que hace una por los hijos! 

Y hay que anotar tambien las diligencias previas: pagar los servicios;  vacunar al perro y empacarles sus pertenencias,  entre las cuales está la manta debajo de la cual esconde su cabeza antes de dormir;  llevar, con por lo menos tres días de anticipación, tanto al chihuahua como a las tortugas, a los respectivos hogares  adonde se quedaran hasta mi regreso, porque  aunque no lo crean, después de diez años ya conocen mi rutina de viaje y se  ponen bien impertinentes. 

Las plantas de interiores son otro “expediente” a considerar  a la hora de cerrar la casa por dos o tres meses, pero por nada del mundo las sustituyo por plásticas, como algunos me aconsejan; a lo mas que he llegado es a tener una sintética sobre el gabinete de la cocina, porque la anterior que allí colgaba primorosamente, tenia la mala costumbre de criar larvas de mosquitos. Así que un día caí en cuenta de que era mucha mi imprudencia al estarme encaramando tan alto, y tan frecuentemente, para cambiarle el agua a esa plantita,  toda vez que he oído decir que ya estos huesos no cogen soldadura.  

Mi hermana Magnolia se lleva mis viejos bonsáis y las orquídeas y los cuida como si fueran sus bebés; en tanto que mi vecina de al lado,-- que tiene una de las pocas casas de una planta con patio y jardín frontal que aun quedan en esa cuadra del Mirador del Norte,-- se hace cargo de las plantas mas grandes. Cuando me despedí de ellas –yo les hablo a mis plantitas al igual que al perro y a las tortugas--mi vecina se rió al escucharme decirles, apuntándolas con un dedo: “cuidadito con crecer tanto como el año pasado, porque esta vez no van a  poder subir de vuelta por las escaleras; ok?”.  

A mi amiga Martha, le presto el tarro  lleno de hermosas albahacas pero con el encargo de que antes de convertirlas en rica salsa al pesto, me guarde las semillas para el reemplazo  a mi regreso. De las albahacas, tambien me despido, aspirando profundamente  y por última vez  el aroma que perfuma mi cocina.  

Y ya de salida,-- el mobiliario cubierto con colchas y sabanas viejas—hago ante la puerta una oración por mi viaje de ida y vuelta, y bendigo mi casa para que ni ladrones ni terremotos osen atentar contra lo que allí queda y que me ha costado tanto sacrificio reunir: mis recuerdos de poco más de seis décadas.  

Y ahora, casi tres meses después, haciendo los preparativos correspondientes al viaje de regreso, llamo a Maribel, la muchacha que me hace la limpieza y aprovecho para preguntarle por López y Gutiérrez: las dos tortugas que quedaron a su cargo, nombradas así por  mi hijo mayor, quien dijo cuando las lleve chiquitas a la casa, hace diez años, que  su caparazón le recordaba al uniforme marrón y verde de camuflaje que usan los soldados, a quienes solamente llaman  por sus apellidos. 

A seguidas, Maribel me dice un tanto alterada que necesita que yo escriba un artículo de lo que esta sucediendo en su comunidad, con el caso de la escuelita que está en construcción—poco mas de dos años lleva hablándome de lo mismo-- porque ahora, algo sucedió y tenía que contármelo. Después de darme un avance le dije que cuando llegara me ocupaba de eso pues tenía que recabar más detalles.  

El anterior Ministro de Educación, Melaneo Paredes, autorizó la construcción de la escuela, pero al ser sustituido, la nueva ministra la paró por mas de un año y los ingenieros a cargo de la obra ya han pagado mas de cuatrocientos mil pesos a los dos serenos, a quienes en dos oportunidades, además de su sueldo, han tenido que darles cada final de año, todas las prestaciones que por ley les corresponden. 

Ya en una ocasión hubo un robo, y también enfrentaron el inconveniente de la paralización de la obra por las autoridades del propio Ayuntamiento local, alegando violación de linderos. Resumo lo último que me contó Maribel: 

“Siendo las 9:20 P.M. del día 25/2/2012, se presentaron  5  personas en un motor y en un camión de los que contrata el Ayuntamiento para la recogida de la basura, en la obra en construcción del “Centro Educativo Los Conucos de Villa Mella”, ubicada frente a la puerta #4 del Parque Mirador Norte.

Los asaltantes estaban armados con un revólver y sorprendieron a uno de los dos serenos; lo amordazaron y amarraron de pies y manos y lo envolvieron en una capucha, procediendo a cargar el camión con 30.5 quintales de varillas y 2 quintales de alambre dulce.

Mientras esto ocurría, los moradores del barrio próximo a la obra, alertados por el otro guardián, se apersonaron al local (más de 250 personas entre hombres, mujeres y niños) y procedieron a apresar a uno de los atracadores y desataron al sereno que estaba al borde del asfixie, echando un espumero por la boca; y de paso, le sacaron la batería al camión.

La policía fue llamada y se presentó a la obra, tomó al prisionero y se lo llevó; se llevó tambien el motor y luego apresó a dos ladrones más y persigue a los dos restantes. Cuando la policía, auxiliada por una grúa, procedía  a llevarse el camión con toda la carga encima, cuatro balazos salidos de manos de un lugareño, desinflaron las cuatro gomas del camión. Así que la policía se fue, dejando el camión que fue descargado por los moradores (quienes hasta piquetes les han hecho a la Ministra, doña Josefina Pimentel, para que les termine de financiar la obra, ¡pero si no recibe ni a los ingenieros!).

La policía dice ahora que para formalizar la querella, la fiscalía exige que el camión sea  llevado al cuartel policial pero que hay que alquilar una grúa que cuesta 3 mil pesos (Grúa que sí apareció gratis cuando el camión estaba cargado)”. 

Dígame usted amigo lector, ¿quién tiene que buscar los tres mil pesos? ¿La policía que necesita el “cuerpo del delito”; el ministerio, dueño de la obra en construcción; los moradores de Villa Mella; los ingenieros,  los ladrones  o los dueños del camión que son clientes del ayuntamiento? Yo creo que “ahí hay un maco” y que no se quiere profundizar en ese frustrado robo a una obra del Estado. 

Villa Mella tiene un Metro, la escuela puede esperar. Ojala que no la inauguren cuando la comunidad haya enterrado a algunos de sus moradores, porque después de este incidente, ahí están todos muy pero que muy calientes. !“Cosas veredes, amigo Sancho”! como diría mi papá. 

No creo que este suceso haya sido recogido por los diarios: son cosas de barrios de  gente pobre; aún nadie ha muerto (aunque al sereno poco le faltó); además, a los ingenieros, que sigan teniendo paciencia y descuadrándose con el presupuesto inicial.  

En verdad, ironías aparte, doy gracias a Dios por este tiempo tan hermoso pasado junto a los míos, pero esta conversación con Maribel me hizo aterrizar en mi país, aún antes de que las ruedas del avión se posen sobre el suelo de Quisqueya, con el acostumbrado aplauso de los pasajeros a la tripulación; aplauso que a pedido del capitán, a veces hay que repetir, cuando él  considera que en el primero hubo falta de entusiasmo.
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*elsapenanadal@hotmail.com

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"Un ejército de ciervos dirigido por un leon es mucho mas temible que un ejército de leones mandado por un ciervo". Plutarco