Estoy triste por todo y por nada. Por lo de siempre que va en aumento; por la impotencia y el desánimo colectivo; por la falta de fe que a veces me asalta y que comparto con mi gente valiosa en la que tengo puestas mis esperanzas que es lo último que se dice que uno pierde pero que al parecer ya todos la tenemos extraviada.
Apenada de mi propio cansancio, pues lucho por ya no ver y más veo; lucho por no leer más de lo mismo y no me puedo sustraer; porque es el mismo lamento de siempre, el mismo rasgado de vestiduras. Porque entiendo y comparto la rabia contenida-o desbordada- de una Sara Pérez cuando se emplea a fondo hurgando en busca de epítetos que luego amasa y nos restriega con esa insolencia irreverente, subversiva, que es su arma de guerra, su máuser, su ametralladora Thompson, la que utiliza sin permisos ni licencias oficiales en estos tiempos donde ya no está de moda ni siquiera la guerra fría.
Gladys Gutiérrez viuda Segarra |
Entristecida por la pena de nuestra hermana Gladys Gutiérrez que ha despedido a otro hijo, su abnegado compañero, su lazarillo amigo; sí, por la partida de Giovanny, mi sobrino y sobrino también de todas las viudas de los “12 años” porque estos muchachos y muchachas son todos nuestros y nos duelen por igual.
Sara Pérez |
Triste también por la sorpresiva partida de una valerosa mujer de apenas 48 años, cuya única culpa fue querer para sus iguales lo mismo que yo querría para los míos o usted para los suyos. Triste porque los buenos siempre se van en ese “destiempo” de nuestro propio tiempo aunque quizás se trate del tiempo del dueño del tiempo.
Sonia Pierre |
(De ti, Sonia, nada más voy a agregar para no deslucir con mis limitaciones lo que con tanta propiedad ya se ha dicho y escrito y se dirá y se escribirá, de ahora y en lo adelante y por siempre. Sólo, que te visualizo feliz junto a los angelitos negros, mulatos y blancos que te precedieron y escoltaron en tu viaje. Que te despidió ese pueblo humilde por el que Jesús vino a esta tierra, siendo azotado y vilipendiado por la misma calaña de gente que contra ti y los tuyos, de aquel y de este lado de la Isla, siempre e históricamente se ha ensañado).
Sí, estoy triste por esto y por lo otro, y hasta por la bobería de que ayer despedí a mi chihuahua que se alejó con dos lagrimones en los ojos, quizás sabiendo que no nos veremos durante los próximos dos meses.
Triste porque cuando me voy no quiero regresar y tampoco me quiero quedar; triste porque mientras celebramos y recordamos la Natividad de Jesús, decenas de humildes madres y padres dominicanos, lloran en nuestros olvidados barrios, la pérdida de sus hijos, victimas de un sistema social injusto, desigual y voraz.
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