viernes, 23 de marzo de 2012

La preocupación por el control del PLD en las instituciones del Estado

Por: Ramón Antonio Negro Veras

El día martes 20 del mes de marzo del año en curso 2012, el Encargado de Redacción del periódico La Información, licenciado Nelson Peralta, por vía telefónica  me formuló la pregunta de si yo compartía el criterio sostenido por un grupo de intelectuales en el sentido de que existe preocupación de que en el país se instaure una dictadura constitucional.
Le respondí al periodista que me hizo la pregunta, en la siguiente forma:
“Conozco a la generalidad de los que componen el movimiento de intelectuales a que usted hace referencia, y sé de su vocación democrática y valía. Respeto su inquietud por el hecho de que el Partido de la Liberación Dominicana, controla las distintas instituciones y órganos del Estado, pero no comparto su preocupación en este momento”. 
“Ciertamente, el PLD tiene hoy el control de todas las instituciones y órganos del Estado dominicano; esa es una verdad. La funcionalidad de esas instituciones y órganos va a depender de la seriedad, responsabilidad y probidad de los hombres y mujeres que los integren. Si son personas que se respetan, poco importa la influencia que haya tenido el PLD en su designación”. 
“En distintas oportunidades, otros partidos han controlado las instituciones del Estado y estas han funcionado, independientemente del partido que motivó su designación”.
“No creo que la influencia que ejerce hoy el PLD sobre los órganos del Estado pueda crear preocupación a una dictadura personal o de partido. Después de la desaparición física de Trujillo, hay un antes y un después. En el país hay todo un abanico de hombres y mujeres con sentido democrático que no aceptan imposiciones ni dictaduras personales o de partidos”. (1)
Si en las Altas Cortes, recién designadas por el Consejo Nacional de la Magistratura, hay mujeres y hombres que se respetan, poco importa que los haya designado ese organismo controlado por el PLD. Nadie manda en la cabeza de quien tiene una formación digna, decente y honorable.
De cómo se comporten los recién designados jueces de la Suprema Corte de justicia, el Tribunal Constitucional y el Tribunal Superior Electoral, va a depender de ellos mismos si aspiran a merecer el respeto y consideración de lo mejor de la sociedad dominicana.
Si ellos actúan con honorabilidad, probidad, rectitud y responsabilidad, el día que abandonen sus cargos ocuparán un lugar más alto, en la conciencia y estima de nuestro pueblo, que el que ocupaban al momento de su designación. 
Por el contrario, si los magistrados que ahora fueron escogidos para ocupar las Altas Cortes, proceden como mandatarios de intereses grupales, espurios y politiqueros, el día que abandonen sus respectivos cargos serán vistos en el seno de la sociedad como sinvergüenzas, indignos, huérfanos de credibilidad e integridad, pura y simplemente como subproductos sociales y, por vía de consecuencia, merecedores del desprecio de todo lo mejor del pueblo dominicano.
La realidad histórica nos dice que aquí, de una u otra forma, las instituciones del Estado siempre han estado bajo el dominio de un determinado partido. 
En las elecciones de 1962, al resultar triunfador el Partido Revolucionario Dominicano –PRD-, controló el congreso, lo que motivó al profesor Juan Bosch, a decir “que su partido tenía una verdadera aplanadora”.
En los distintos gobiernos presididos por el doctor Joaquín Balaguer, durante los fatídicos doce años, el Partido Reformista dominaba las instituciones del Estado, y cuando no pudo tener su control mediante las votaciones, en el año 1978 le arrebató cinco senadores al PRD para tener así el dominio del Poder Judicial, y todo el cuerpo diplomático.
No escapa a nuestro conocimiento, como tampoco a la mayoría de los integrantes del movimiento de intelectuales preocupados por la influencia que tiene el PLD en las instituciones del Estado, que históricamente la democracia en general no existe; la democracia tiene un contenido clasista, y la democracia dominicana de hoy también tiene esa naturaleza.
Lo ideal fuera que en el país funcionara una democracia participativa en la cual el verdadero pueblo dominicano decidiera, desde las instituciones y órganos del Estado, lo que conviene a las grandes mayorías nacionales. Pero una cosa es la democracia que el pueblo dominicano aspira y merece tener, y otra, muy distinta, lo que ha pintado la realidad dominicana desde la desaparición física de Trujillo hasta hoy.
Las dominicanas y dominicanos que aspiramos a disfrutar de instituciones pluralistas, heterogéneas, integradas por representantes de diferentes clases y capas sociales, debemos continuar luchando para ocupar un espacio en el poder del Estado que nos permita, interpretando el sentir del pueblo dominicano, participar o incidir en las grandes decisiones estatales.
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(1) La Información 21 de marzo de 2012.

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