domingo, 27 de noviembre de 2011

Protestas en Harvard

Jorge Gómez Barata*

En aulas y fuera de ellas he visto explicar brillantemente tesis equivocadas. Según evidencias recientes también sucede en Harvard.
Aunque la calidad de la educación superior no depende sólo de la docencia, sino, entre otras cosas de los programas, los referentes doctrinarios, la idoneidad y disposición de los estudiantes; así como del acceso a los medios de aprendizaje, el eje de lo ocurrido en la más antigua universidad norteamericana fue el profesor de Economía Política Gregory Mankiw, a cargo de la cátedra de Introducción a la Economía en Harvard.

Todo comenzó cuando a principios del presente mes, los estudiantes que cursan estudios de Introducción a la Economía en la más prestigiosa de todas las universidades del mundo, se retiraron de las aulas en actitud de rechazo al contenido mediocre e ideologizado con que el mencionado profesor impartía la asignatura, hecho que la periodista Julia Evelyn Martínez califico digno de Ripley el afamado autor de: “Aunque usted no lo crea”.
Gregory Mankiw
Al marcharse, los estudiantes, que no son bachilleres en proceso de formación sino aspirantes a maestrías y doctorados, dejaron al profesor una nota en la que hicieron constar los motivos de su decisión, expresión del rechazo: “…Al vacio intelectual y la corrupción moral de gran parte del mundo académico, cómplice por acción u omisión de la actual crisis económica…”

Los protagonistas de la protesta, le hicieron saber al presidente de la Junta Directiva integrada por treinta personas electas por ex alumnos que: “…Abandonamos su clase porque un estudio legítimo de la economía debería incluir la discusión crítica de las ventajas y los defectos de los diferentes modelos económicos. Su clase no incluye las fuentes primarias y raras veces cuenta con artículos de revistas académicas…tenemos poco acceso a aproximaciones económicas alternativas…”

Si bien la protesta, relativa a la calidad y la intencionalidad de la educación, careció de matices políticos, se trata de una reacción ante la manipulación de la verdad desde los ámbitos académicos, que perjudica no sólo a las masas sino, como en este caso, a las élites y a los pilares del sistema de donde proceden los estudiantes de Harvard y que para cumplir su función necesitan conocer la realidad.
Las élites que ejercen el poder están para manipular y no para que se les manipule; no obstante no siempre es posible evadir la trampa en que caen los que al regatear con los conocimientos y escamotear la verdad se vuelven ellos mismos ignorantes.
En todas partes y en todos los tiempos, el sistema escolar, incluso sus más renombradas instituciones superiores han sido y son la expresión escolarizada de la ideología dominante y parte esencial del mecanismo que aseguran la reproducción de los valores, en torno a los cuales se alcanza la cohesión social que sostiene al sistema.

Ninguna universidad y ningún claustro, por más avanzado y liberal que sea, puede librarse de la influencia de la época y de las condicionales que imponen los contextos políticos y sociales en que desenvuelven su actividad. Si bien el sistema escolar responde a los intereses de las clases dominantes, se trata de los valores del sistema en su conjunto y no a los de una parte del mismo y mucho a las caprichosas manipulaciones de un profesor, rector o directivo por más docto o poderoso que sea. Como en casi todas las esferas de la vida social; en los ámbitos académicos no hay dogmas buenos.

En este caso, que no es único, extraño ni exclusivo de los Estados Unidos, Gregory Mankiw no actuó como un profesor universitario a quien la honestidad y la ética obligan a proporcionar a los estudiantes los datos necesarios (a su alcance) para que cada uno de ellos reflexione por sí mismo y extraiga sus propias conclusiones, que pueden o no coincidir con los puntos de vista del maestro, la institución e incluso del sistema.
No es la primera vez que los estudiantes de ese centro insignia de la élite norteamericana por cuyas aulas se han formado siete presidentes y entre cuyos profesores y estudiantes han existido más de 50 premios Nóbel, realiza pronunciamientos políticos, pero sí la primera en que se pronuncian por la falta de calidad y objetividad de la formación que reciben.
Particularmente preocupante ha de haber resultado el hecho de que los protagonistas del conato contra el profesor añaden que lo hacen además de para protestar contra su manera sectaria de impartir la asignatura, para: “…Dar nuestro apoyo a un movimiento que está cambiando el discurso estadounidense sobre la injusticia económica…”Obviamente se referían a Occupy Wall Street.

Si bien ambos elementos son importantes, el relacionado con la calidad de la educación, señala una toma de conciencia del estudiantado ante la enseñanza universitaria que en lugar de con la verdad y la ciencia se compromete con alternativas políticas circunstanciales. Otras veces lo he dicho, cuando la ciencia se ideologiza, pierde la ciencia y no gana la ideología. Allá nos vemos.
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*Periodista cubano, especializado en temas de política internacional.

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